Esto... ¿qué te iba a decir?
Claro que puede ser, y es corriente, que alguien no recuerde lo que estaba a punto de decir, y que, por tanto, necesite pedir un tiempo muerto para hacer memoria. Habitualmente, cuando es así, vemos que el hablante se queda por unos instantes absorto, haciendo un ejercicio de concentración, tratando de recapitular en su mente para descubrir en qué punto del diálogo se quedó atascado. Y suele producirse en medio de una conversación. Normal.Lo que ocurre es que, en un porcentaje muy alto, la frasecita introductoria se utiliza también como estrategia para transmitir una información relativamente candente que se desea hacer pasar de macuto como anodina, como un simple dato cotidiano y sin mayor importancia. Tanto que hasta se le había olvidado decirlo antes. Es muy descarado dicho uso cuando uno aborda al otro, de sopetón, por el pasillo, esgrimiendo tal elemento retórico. Para seguir normalmente con un ‘ah, sí', y la consiguiente bomba informativa o inquisitiva (que puede ir desde un simple petardo de feria a una bomba de fragmentación de amplio radio de acción).
Esto... ¿qué te iba a decir...? Ah, sí, que mañana he quedado y no puedo ir al cine.
El uso obsesivo de esta muletilla indica falta de confianza en sí mismo, miedo a las consecuencias de lo que se va a decir o hacer (¡o pensar!) y, en definitiva permanente inseguridad. Digamos que hay un exceso de "tacto" en la comunicación con los demás.